Gonzalo Garteiz
El agujero de 620 millones de euros que el Santander ha tenido que tapar en la filial británica, que preside Ana Patricia Botín, es un duro revés para la credibilidad de las cuentas y el balance de la entidad española, de cuya fortaleza, transparencia y limpieza prístina siempre han presumido los gestores.
En las cuentas oficiales del año pasado, el Santander despachaba en cinco líneas la contingencia que ahora le ha costado 620 millones. Alegaba en las últimas cuentas oficiales “que las provisiones realizadas por las reclamaciones de los clientes asociadas a la venta de determinados productos financieros por Santander UK, se han calculado sobre la base de la estimación del número de reclamaciones que se recibirán y, de ellas, el número de las que serán aceptadas, así como el importe medio estimado”. El banco consideraba que las provisiones constituidas eran “razonables” para atender a estos pasivos.
Sin embargo, esos 620 millones que ha tenido que dotar adicionalmente a lo que tuviera provisionado, cifra que no desglosa, demuestran que serían muy razonables, pero claramente insuficientes. Al respecto, hay que señalar que para cubrir litigios fiscales y de otro orden, el banco tenía provisionado a 31 de diciembre la cantidad de 5.111 millones, que, a pesar de su cuantía, era inferior en 1.000 millones a la del año anterior. El gran problema en materia de reclamaciones para el Santander está en Brasil, para las cuales ha provisionado casi 3.700 millones.
No es el primer tropiezo grave en la excelencia de la gestión del riesgo de la que presumen el presidente Emilio Botín y el consejero delegado Alfredo Sáenz. El más sonado fue su caída en las redes de Madoff, una estafa piramidal en la que se enredan los más tontos, los más codiciosos y los más negligentes, y que desveló la fragilidad en el control de riesgos del Santander, el tercer mayor generador de fondos del estafador.
Ha sorprendido también en las cuentas del semestre presentadas el miércoles el inexplicable aumento de la morosidad en España, que ha pasado en el caso del Santander de ser el 3,65% del crédito el año pasado a superar la cifra del 5%, con el agravante de que la cobertura en el mismo período ha bajado del 61% al 44%. Contrastan estas cifras con las de su gran competidor, BBVA. El banco que preside Francisco González y cuenta con Ángel Cano, de consejero delegado, ha “bajado” en igual periodo de tiempo la tasa de morosidad en 19 puntos básicos, hasta situarla en el 4,7% y con mayor cobertura que el Santander.
Otro elemento que no juega a favor de la credibilidad de la cúpula del banco es la reputación de los dirigentes. Alfredo Sáenz, inhabilitado por el Tribunal Supremo, sigue en el cargo, con el sonrojante apoyo del Banco de España, al igual que el presidente, Emilio Botín, quien ha confesado haber ocultado desde que es mayor de edad una fortuna a la Hacienda española. En un intento de lavar esta imagen, el magnánimo Sáenz anunció el miércoles que la entidad permitiría a quienes han perdido el empleo o sufrido un descenso importante en los ingresos, pagar sólo los intereses de los préstamos hipotecarios, una práctica que es común en todos los bancos, pero que los periódicos que más dinero deben al Santander se han apresurado a vocear.
Para más escarnio, mientras se insinúa un propósito de enmienda con la adopción de medidas piadosas para los clientes más castigados por la crisis, no hay pudor en incrementarse el sueldo en más de un 20%, tanto el equipo de alta dirección como los miembros del consejo. ¡Vivan los patriotas y benefactores sociales!.