Gonzalo Garteiz
El ex director de la Agencia Tributaria, Ignacio Ruiz Jarabo, ha conseguido abrir un despacho fiscal propio en Madrid, asociado con el bufete murciano Carillo. Éste, fundado por José Carrillo Cano, y actualmente gestionado por sus hijos, estuvo en un principio especializado en el área fiscal, aunque posteriormente se ha abierto a otros campos, y desde el año pasado opera también en la capital de Argelia, ofreciendo soporte a las empresas españolas, con intereses en la región.
Ruiz Jarabo cuenta también con experiencia en el área empresarial, habiendo presidido el holding público SEPI.
En los últimos años colaboró en el desarrollo de una red de consultoras para empresas, CE Consulting, de la que nunca fue socio, pero sí presidente hasta hace dos meses, según fuentes de la propia empresa. Jarabo ha roto los lazos con la sociedad, según ésta por despido. CE está presidida ahora por Celestino Suero y cuenta con una red de franquicias de más de un centenar de centros y 700 empleados.
Jarabo, que fue un hombre importante de la Administración durante los gobiernos de Aznar, también inspector de Hacienda, siempre se ha visto envuelto en la polémica, pero especialmente este año a raíz de publicar un libro, Estado fiscal y Democracia, la agencia tributaria en perspectiva, que bajo la apariencia burocrática y tediosa del título esconde un sinfín de anécdotas picantes de su etapa de máximo responsable de la temida institución de Hacienda. Los inspectores de Hacienda, cuerpo al que pertenece Jarabo, agrupados en la asociación IHE le expulsaron de la organización e interpusieron una demanda por considerar que lo declarado en su libro atentaba contra el honor, la intimidad y la imagen (ya de por sí mala) de los inspectores. Jarabo asegura que nunca ha recibido un requerimiento judicial al respecto.
Acostumbrado desde hace años a visitar los juzgados entre otras razones por la ruinosa venta de Aerolíneas al ex presidente de la patronal Gerardo Díaz Ferrán, no teme a nadie y ahora sólo ansía la llegada de clientes a su despacho de Antonio Maura, calle que gusta especialmente a los innumerables lobistas de la capital.