Gonzalo Garteiz
La Comisión Nacional de la Competencia, que vela por el juego limpio en los mercados, ha realizado uno de los estudios más importantes en lo que respecta a las relaciones de poder entre fabricantes y distribuidores en el sector alimentario, y que puede extrapolarse a bienes de consumo. En este informe, Competencia advierte de que el fiel de la balanza se está inclinando peligrosamente en favor de los distribuidores, lo que en un futuro podría perjudicar a los consumidores, en un mercado de 60.000 millones de euros
El factor clave de ese desequilibrio es el creciente auge de la marca propia del distribuidor. Desde que Eroski comenzara a comercializarla en 1977, hasta el desarrollo apabullante de Mercadona, la cuota de mercado de los productos comercializados con marca del distribuidor, han pasado del 6,8% del total en 1990 al 34% de 2009, con una clara aceleración en momentos de crisis económica como el actual. Dejando al margen a las cadenas de descuento, en el resto es Mercadona quien concede mayor peso a su marca propia, Hacendado, en el total de las ventas, con un 38%, ocho puntos más que Eroski y 22 más que El Corte Inglés.
Aunque el estudio reconoce las ventajas que ha tenido para el consumidor este auge, básicamente en una reducción de los precios, Competencia advierte del peligro de esta consolidación y la creciente dependencia de los fabricantes, que está reduciendo el número de marcas y ralentizando la aparición de nuevos productos.
La capacidad de presión sobre los fabricantes se ha fortalecido por la concentración habida a nivel nacional, el 60% está en manos de cuatro vendedores, y autonómico. Competencia, en línea con otros informes sobre el sector, exige una liberación casi total en la concesión de licencias y horarios de apertura. El regulador también critica que el modelo de desarrollo legal haya favorecido la expansión del formato de supermercado (caso Mercadona), que al reducir la competencia por razones de espacio y otras, ha aumentado la tendencia a fomentar la marca propia.
El mayor poder proveniente de la concentración del sector y la cuota alcanzada por la marca del distribuidor ha originado una perversa práctica comercial con los proveedores, que debe detenerse, apunta el regulador. El reto es notable porque la gran dependencia del proveedor frente a las cadenas comerciales, “dificulta las reclamaciones de los perjudicados y la denuncia de los abusos”.
Competencia asegura que de las encuestas realizadas se deduce que son generalizadas las malas prácticas comerciales, y considera que hay que atajar las más perjudiciales. En concreto, cita los pagos comerciales, la no fijación por escrito de las condiciones contractuales y las modificaciones retroactivas no pactadas o no previstas, la excesiva antelación con la que las cadenas requieren información a los proveedores sobre algunas características del producto, las cláusulas de cliente más favorecido y la exigencia de información sensible desde el punto de vista comercial sobre la relación del proveedor con otros distribuidores, aunque reconoce que esta última práctica no es mayoritaria.