Gonzalo Garteiz
La presión para que el nuevo Gobierno que salga de las urnas alcance un pacto de Estado que sirva para llevar a cabo dolorosas reformas estructurales, que permitan una reducción de costes y un aumento de la productividad, sin los cuales no es posible, según el pensamiento mayoritario, evitar la quiebra de España, aumenta día a día. El diario El País ofreció ayer las cuatro primeras páginas y la portada de su suplemento de Economía para que emitiera doctrina César Molinas Sans, un economista-académico-empresario, que lejos de la radical polaridad que habitualmente reina en la clase política, contiene un perfil ajustable al ideario económico de los dos partidos mayoritarios, PSOE y PP.
Molinas, un doctor economista reputado, fue un tecnócrata en los Gobiernos de Felipe González como director general de Planificación y responsable de Fondos Estructurales de la Unión Europea, y posteriormente ha servido a grandes actores de los llamados “mercados”, habiendo sido durante siete años responsable de inversión en renta fija europea en el poderoso Merrill Lynch. Actualmente presta sus servicios al hedge fund Providentia Capital, un fichaje propio del fundador Gulamabbas Lakha, y asesora en materia de pensiones desde su consultora Multa Paucis, habiendo participado en diversas audiencias en el Congreso de Diputados con motivo de la reforma del sistema de pensiones.
El lobista, al menos ideológicamente hablando, Molinas, participa también del necesario espíritu emprendedor, siendo socio de Felipe González en la gestora de capital riesgo Tagua Capital, y presidente de la comisión de inversiones del business angels Cross Road Biotech. En un brillante extenso artículo de balance in itinere de la crisis de España, César Molinas explica a la ciudadanía su visión del problema y reclama a la clase política que haga esa misma pedagogía aprovechando el debate electoral. La dureza y el calado de las medidas que, en su opinión deben tomarse, exige un pacto tácito de Estado.
En materia laboral, dice que sólo hay que copiar lo que ya funciona en la Europa con bajo desempleo y apuesta por el contrato laboral único con costes de despido crecientes según la antigüedad, y dar protagonismo a la negociación en el ámbito de la empresa. Respecto al crecimiento económico necesario para poder pagar la escandalosa deuda exterior pública y privada, del 160% del PIB, reclama un saneamiento de bancos y cajas que permita la recuperación del crédito, necesario para la inversión.
En este asunto, el Partido Popular ya ha dejado claro a través de Cristóbal Montoro la voluntad de aliviar los activos inmobiliarios tóxicos de bancos y cajas, muy posiblemente con la creación de un banco malo, como el propuesto por el consejero delegado del banco Sabadell, Jaume Guardiola.
El recorte del gasto estructural del Estado, con una redimensión radical, es posiblemente el más conflictivo, y requiere una marcha atrás en el café para todos autonómico, que se agrava ante la lógica disconformidad de Cataluña en su tratamiento fiscal.
Dice Molinas que “hay pocas cosas tan corruptoras como una burbuja inmobiliaria” y expone en pocas líneas el daño que ha causado en España, reclamando una regeneración civil, que pasa por devolver el equilibrio de derechos y deberes, en favor de estos últimos. Molinas denuncia que la clase política se ha dedicado a adular a las masas para conseguir votos “haciéndoles creer que tienen derecho no solo a recibir algo a cambio de nada, sino de recibirlo a perpetuidad”. Las recetas de Molinas, de “los mercados”, de Merkel, del FMI, etc.. son para quien gane. Así, no resulta extraño observar a un Mariano Rajoy, transmutar de halcón a paloma, sabedor de que sólo con un gran consenso podrá gobernar, aunque fuera con mayoría absoluta.