El discurso con alegorías castrenses de Emilio Botín en la Academia Militar de Zaragoza resaltando los logros de su banco a lo largo de los últimos 25 años, desde la entrada de España en la Unión Europea, cuando se marcó visionariamente el objetivo de ser "el primer banco comercial del mundo" chirría más de lo debido.
Decía bien Botín a los altos mandos militares y del sector universitario que el éxito, incuestionable, del Santander se debía a la buena estrategia seguida: Ser primero el número uno en España, atacar con resolución el mercado iberoamericano y liderar posteriormente la banca comercial en Europa, pero patinó cuando quiso definir los valores propios de la entidad que preside.
En ningún momento podrá el Santander alardear de prestar la "máxima atención a los clientes", como hizo Botín, cuando es el banco que ha sufrido más quejas en el Reino Unido, y se ha enfrentado a problemas tan serios recientemente como la retención del ahorro de los inversores en el fondo inmobiliario de Banif. Quizá se refería a la compensación que el Santander ofreció a sus clientes estafados con las inversiones en Madoff.
Asegurar que nunca hubieran conseguido alcanzar el liderazgo presente sin mantener una cultura corporativa basada en los "más altos principios éticos" desconcierta a cualquiera que conozca la sempiterna peregrinación judicial de altos cargos del banco, condenados incluso algunos por el Supremo por causas tan graves como demandar a clientes con denuncias falsas.
El último resbalón importante fue cuando afirmó que el banco es "la empresa española que más invierte en I+D". Una cosa es comprar tecnología, aplicaciones y desarrollos, y otra muy diferente invertir en investigación. Sí puede sacar pecho de su interés por la formación y el mundo educativo con el excelente programa de Universia, que conlleva una inversión de 100 millones anuales.