Pablo Orúe
Budapest, una de las ciudades del maravilloso Danubio, es bien conocida y disfrutada culturalmente, sobre todo por sus posos del imperio austrohúngaro, pero en nuestra última visita hemos encontrado una joyita de la contundente gastronomía magiar, los derivados del cerdo magálico, emparentado con nuestro apreciado ibérico, y que se distingue de todas las razas porcinas por ser lanudo. En Segovia, que son maestros chacineros, ya crían cochinos de esta raza, y en algunos restaurantes se puede degustar una sabrosa presa magálica.
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