G. Garteiz
Pedro Ballvé, presidente de Campofrío, fue uno de los directivos elegidos para formular el primer código de Buen Gobierno de España, el código Olivencia, y también el primero en incumplirlo, y mostrarse como uno de los que peores prácticas ha ejercido en lo que atañe a la igualdad del accionariado. Su paso por Telepizza, empresa en la que le acompañaba otro ilustre del buen gobierno, Aldo Olcese, quien incluso ha impartido doctrina al respecto, resultó muy oneroso para los minoritarios, incluido Atento, la filial de Telefónica, a la que vendió un paquete a precios de escándalo, aprovechando que era consejero de la multinacional en la época que la presidía su amigo Juan Villalonga.
Ayer, anunciaba en un hecho relevante, que planea, junto al accionista mayoritario de Campofrío, la estadounidense Smithfield, lanzar una opa conjunta de exclusión de Bolsa de la firma que fundó su padre a un precio de 9,50 euros. En el asalto a Telepizza abusó en dos acciones de los minoritarios, la más grave fue colocar a la vendedora de pizzas a domicilio un muerto suyo, Telechef, que se encaminaba a la quiebra y lo valoró a precio de oro. Una vez conseguido el objetivo, nunca más se supo de la filializada. El otro escarnio fue la emisión de unas obligaciones convertibles que la compañía no necesitaba para nada, pero que le sirvieron para blindarse frente a una opa, que más tarde se produciría.
En el caso de Campofrío no se le conoce todavía el provecho personal que sacará de la operación, pero está claro que el precio que ofrece de 9,5 euros no resulta especialmente generoso para el pequeño accionista, más aun teniendo en cuenta que después del verano concluía el pacto parasocial que firmó con los americanos, cuando pactó la fusión de Campofrío y el negocio europeo de Smithfield.
Hará tres años el próximo 25 de junio, cuando se anunció la fusión. En esa fecha, la empresa española cotizaba a 10 euros, y como premio para los accionistas se distribuyó, eso sí con cargo a reservas, un dividendo extraordinario de un euro. Tres años después, con la empresa en una situación financiera mucho mejor a pesar de la crisis mundial, con una reciente alza en la calificación de su deuda por parte de Moody's, con varias operaciones de calado realizadas para conseguir ser el líder europeo en el sector de preparados cárnicos de alto valor añadido, el señor Ballvé se descuelga con un precio inferior al que tenía antes de la fusión. Es el impuesto por Smithfield para permitir a Ballvé que saque un mejor provecho en su cargo ejecutivo. El año pasado obtuvo sólo en la modalidad de salario fijo 1,6 millones, cifra que se duplicará cuando cobre las opciones sobre acciones asignadas si cierra un 2011 bueno, que se da por descontado. Que nadie dude del buen criterio que impondrán los tres consejeros independientes de Campofrío, el omnipresente Guillermo de la Dehesa, el que fuera empleado de Ballvé, Juan José Guibelalde, y Yiannis Petrides.
La CNMV se tragará, si nadie lo remedia, el tercer sapo en cuestión de opas, tras el de Aguas de Barcelona y el de Cepsa, sin contar la elusión de opa de Biosearch que pactaron Ebro y Lactalis, y la absorción de Iberdrola Renovables. Algún día comenzarán los minoritarios a organizarse.