Gonzalo Garteiz
La empresa General de Alquiler de Maquinaria (GAM) tocó en la jornada bursátil del pasado viernes el precio más bajo desde que saliera a Bolsa, 1,41 euros, aunque cerró a 1,45. La compañía ha presentado unos resultados catastróficos de los seis primeros meses, con pérdidas de explotación de 36 millones y con un resultado neto negativo de 42 millones.
Una buena parte de las pérdidas se debe a las provisiones realizadas, 18 millones, por deterioro de los fondos de comercio de un buen número de empresas adquiridas desde que salió a Bolsa. Compañías pagadas a precio de precrisis, y que ahora son una ruina. A pesar de las dotaciones realizadas en este semestre y en el anterior, 42 millones en total, los fondos de comercio ascienden aún a 80,3 millones. La facturación ha caído un 15%.
La gravísima crisis que atraviesa el sector de la construcción no explica por sí sola estos números, la realidad es que ha habido un fracaso estrepitoso del modelo de empresa concebido por el actual Secretario de Estado de Economía, José Manuel Campa Fernández, con la ayuda de la sociedad de capital riesgo Dinamia, que hizo un gran negocio con su colocación en Bolsa. Campa también lo hizo tras vender su participación en la compañía al actual consejero delegado Pedro Luis Fernández, aunque siguió en el consejo hasta su nombramiento político en 2009. La empresa se valoró en 200 millones de euros cuando salió al parqué, y ahora tiene una capitalización de 66 millones.
La idea pasaba por comprar en aluvión muchas compañías de maquinaria especializada, con el fin de "generar sinergias", se supone que en la centralización de compras, en un sector en el que todavía GAM no tiene el 1% de cuota de mercado. Tampoco la mayor capacidad financiera le dio ventajas competitivas en la adquisición de maquinaria de más valor. En estos momentos negocia una fusión con el grupo Hune. Éste es un clon de GAM, a cuyos expropietarios (Advent, capital riesgo) no les dio tiempo a hacer la pelota gorda por el estallido de la crisis, y que se encuentra en quiebra con respiración asistida de Banesto, su principal acreedor.
La empresa no ha podido poner en valor ni posiblemente se pueda, una gestión inédita de compañías que jamás operaron como un negocio único, ni tampoco ha sido capaz de mejorar sus márgenes por la presión a la baja de precios de las casi micropymes que operan en el sector, que además no quiebran porque aguantan la crisis con las máquinas amortizadas. GAM consideraba que una parte notable de su beneficio vendría de la venta de su maquinaria usada, cuando nadie compra. De hecho, ha facturado por este concepto menos de medio millón de euros en el primer semestre. GAM ni siquiera ha sido capaz de aguantar la crisis con más solvencia que sus competidores.
La compañía realizó una ampliación de capital el año pasado en la que captó 40 millones de euros a un precio de 2,65 euros por acción, que ha dejado el patrimonio neto en 117 millones, y sólo ha servido para ganar tiempo en las negociaciones con los acreedores, que en buena medida coinciden con las entidades financieras que participan en el capital, BBK, Caja Astur, CAN y Caixa Vigo (estas tres últimas integradas en bancos productos de fusión de cajas).
A pesar de esta inyección de capital la deuda financiera suma 482 millones, segmentada en 58 millones del remanente de unos bonos que vencen el próximo año, 168 millones de arrendamiento financiero, una deuda peligrosa cuando se tienen las máquinas al 50% de la capacidad productiva, y deuda bancaria pura de 256 millones. Al igual que en las inmobiliarias, los acreedores están por la labor de renegociar de nuevo esta deuda, que se soporta con sólo 117 millones de patrimonio neto, a pesar del incumplimiento sistemático de todos los objetivos que se va marcando la compañía, y de la ingeniería financiera a la que se somete el balance, con alargamientos de la vida útil de la maquinaria, redistribuciones del fondo de comercio entre diferentes áreas, y valoraciones muy personales de los importes recuperables, especialmente del área de internacional.