Las grandes eléctricas del mercado español, Enel, Gas Natural e Iberdrola, especialmente esta última basan su estrategia para el mercado eléctrico español del futuro en la apertura de una nueva central nuclear (la última en construcción, en Finlandia, es de 1.600 megavatios), para lo cual habría que eliminar los planes de desarrollo de energía termosolar. Una treintena de plantas de este tipo con tecnología moderna, básicamente estadounidense, no harían viable el deseo nuclear de las grandes eléctricas, y desterrarían del mapa los ciclos combinados de gas, apuesta fallida del sector en la pasada década.
Para sacar adelante sus planes, cuentan con aliados muy potentes, como Angela Merkel y Nicholas Sarkozy, líderes políticos de Alemania y Francia, quienes no sólo imponen los modos económicos sino que también apoyan el incremento del uso de la energía nuclear, marcando el paso al resto, especialmente a los países del Sur de Europa. Merkel ya ha anunciado que quiere prorrogar las centrales alemanas más allá del 2020 fijado como fecha de cierre, y Sarkozy, contradictorio siempre, a la postre defiende los intereses de Francia y de su poderosa industria, Edf y Areva. En el contexto actual de crisis y de preocupación por las emisiones de contaminantes atmosféricos, París y Berlín reclaman más energía nuclear para todos.
Viento de popa por tanto para el lobby pronuclear, que ha encontrado un argumento sólido con la crisis económica. En la situación de dependencia del capital extranjero que vive España, los 6.000 millones anuales que cuestan las subvenciones a las energías renovables son un lastre del que se aprovechan los partidarios del átomo. Bancos, cementeras, bienes de equipo e ingenierías, ven un maná en la apuesta nuclear.
La patronal española de las eléctricas UNESA, presidida ahora por Eduardo Montes, ex presidente de la filial española de Siemens (cuyas turbinas son empleadas en muchas centrales nucleares) se ha mostrado también de siempre partidario de que la energía nuclear no pierda peso en el mix de generación, situado ahora en el 20% del total. Un porcentaje igual al de las renovables.El ariete intelectual para combatir el recelo de la opinión pública española es Felipe González, quien ha fichado recientemente para el consejo de la eléctrica catalana Gas Natural-Unión Fenosa.
El ex presidente del Gobierno lleva mucho tiempo jugando el partido con los pronucleares. Dos años después de que su partido, PSOE, recuperase el gobierno de España reclamó el fin de la moratoria nuclear. Desde entonces no desaprovecha la ocasión para conseguir que ese discurso cale. Como presidente del Grupo de Reflexión de
La surrealista introducción del debate nuclear, con la ampliación de la vida útil de Garoña de por medio, en plena negociación del pacto para la reforma de las pensiones no es sino el fiel reflejo de lo que se cuece. El documento final habla del coste y el uso energético con una ambigüedad muy calculada. El Partido Popular se encontraría así con el camino desbrozado para dictar la nueva política energética cuando llegue al poder, que por supuesto será pronuclear.