Francisco González, presidente de BBVA, decidió hace cinco años ganarse la etiqueta de banquero global con la compra de una serie de bancos en Estados Unidos, que se cerró con el colofón, un año después, de la multimillonaria inversión en Compass. En total, algo más de 9.000 millones de euros, que se han saldado con unas pérdidas netas agregadas de más de 350 millones, y un negocio que sigue sin carburar a pesar de las primas de casi 100 millones de euros concedidas a sus directivos. El año pasado, la rentabilidad de la inversión no alcanzó el 2,5%.
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