jueves, 8 de diciembre de 2011

Emilio Botín lava penosamente su imagen y capitaliza a marchas forzadas el Santander







Gonzalo Garteiz

El todavía presidente del Banco Santander, Emilio Botín, a pesar de ser el mayor defraudador fiscal conocido de España, continúa con su arduo trabajo de mejorar su imagen pública, labor que resulta ya patética. Nadie de la prensa que en gran medida controla el potentado cántabro se ha preguntado qué hacía este señor recibiendo hace poco más de una semana a los Príncipes de Asturias, con motivo de la entrega de los premios Mariano de Cavia, Luca de Tena y Mingote, en ABC. La Celosía ha podido conocer la razón, que no es otra que, por primera vez este año, estos galardones cuentan con patrocinador, que casualmente es el Banco Santander, siendo ésta la coartada para que Botín se dejara caer por allí sin que en la Casa Real pusieran pega alguna.
Una semana después, este ciudadano, siempre haciendo patria, ha aparecido retratado en los periódicos líderes de este país en plena favela de Alemao, la más poblada de las de Río de Janeiro, donde ha abierto una sucursal el Santander para atender a los más desfavorecidos. ¡Qué magnanimidad!
En ambos actos se le veía contento, espoleado por haber conseguido que el gobierno en funciones de Rodríguez Zapatero indultase con el plácet del Partido Popular a su lugarteniente, Alfredo Sáenz, para escarnio de la opinión pública y del Tribunal Supremo. ¡Viva la izquierda! La influencia del Santander es tan abrumadora, que la patronal bancaria, la AEB, cuya comisión ejecutiva está dominada por el banco de Botín, se atrevió a juzgar el hecho, calificándolo de “acierto”, en contra del criterio de muchos otros banqueros, que no han puesto nunca denuncias contra clientes a sabiendas de que son falsas.
Mientras tanto, este dúo de capitostes, Botín-Sáenz, se ha puesto por fin en la tarea de capitalizar adecuadamente el balance de la entidad financiera que gestionan, sumando varias operaciones. La primera, inesperada, es la venta de todos los negocios en Colombia, país donde han cosechado uno de sus contados fracasos empresariales. El Santander, con vocación de líder, ocupaba el puesto 13 en el ranking bancario colombiano y ha decidido tirar la toalla por su incapacidad para crecer en este mercado.
Contrasta esta venta con lo declarado por Francisco Luzón, el director para América Latina del Santander, flamante medalla de oro almérito de trabajo, que le ha sido concedida por su amigo Valeriano Gómez, a pesar de que ese trabajo también está muy lucrativamente pagado: nada más y  nada menos que 5,6 millones de euros el año pasado. Decía Luzón en julio de este año que el banco quería comprar bancos rivales en Colombia en el plazo de tres años.
La realidad es que el Santander debe capitalizarse con una cantidad en torno a los 15.000 millones, según los datos oficiales de la Autoridad Bancaria Europea (EBA, por sus siglas en ingles), y los bancos en Colombia están muy caros. Así que el Santander ha vendido el suyo por algo más de 900 millones de euros, con un múltiplo de beneficios superior a 20, y una plusvalía de 615 millones según el comunicado oficial enviado a la CNMV, aunque el valor en libros que figuraba en la memoria del año pasado registraba más de 500 millones para todo el grupo vendido.
Un día después, el Santander ha vuelto a hacer caja, mediante la venta del 7,8% del capital del negocio chileno, por algo más de 700 millones de euros. Esta venta, anunciada hace dos semanas se ha realizado al precio más bajo del año, lo que indica la necesidad de conseguir fondos que capitalicen la entidad adecuadamente. Otra de las vías utilizadas para fortalecer los recursos propios es la capitalización del beneficio y la entrega de dividendo en acciones, lo que a la postre reduce el beneficio por acción, que ya ha bajado desde  los 1,35 euros del año 2007 hasta los 90 céntimos de este año.
A estas operaciones hay que sumar la anunciada hace menos de dos meses, del 25% de la financiera de consumo en Estados Unidos a fondos de capital riesgo, con una plusvalía de 725 millones, pero con un pacto de recompra en cuatro años.  Otra herramienta utilizada ha sido el canje de deuda antigua por nueva, severamente criticada por los gestores de fondos internacionales, aunque en el Santander desprecian el riesgo reputacional. Lo que sí le preocupa más a Botín es que, por primera vez desde hace siete años, el consenso de analistas recomienda vender las acciones del banco.